lunes, 18 de enero de 2010

Haití

Bajo la luz de una vela, el mundo es aún mas pequeño, el silencio se hace fuerte en el tiempo y descarga su plomiza ingravidez. Decido sin oposición poner fin a esta letanía invernal, intentaré dormir. Me acuesto con la esperanza de penetrar en un sueño profundo y reparador, pero de inmediato, todas las campanas de un mundo posible, repican en el interior del córtex. Lo de Haití es estremecedor. Como es mas fácil lavar la conciencia que reparar la historia, los gobiernos reaccionan solo en el peor de los casos posibles, cuando la naturaleza ingobernable y mas despiadada, muestra sus fauces como casi siempre a los mas pobres del planeta. Entonces, el mundo se hace mas solidario, si no es así, que cada cual aguante su vela en este universo perverso en el que los mas ricos imponen a mordiscos, como en la selva, la ley del mas fuerte. Benditos aquéllos que de forma permanente y sin esperar nada a cambio, dedican su vida a fortalecer la esperanza de los mas pobres por un mundo mas justo.

9 comentarios:

Ginebra dijo...

Javier, me sumo a tus palabras, a esta reflexión sobre la injusticia de este maldito mundo.
Todo es estremecedor, el peso de la historia sobre tantas zonas del Planeta, historias de colonialismos y expolios, de neoliberalismo y globalización, de pobreza y de miseria... Es tan triste...
Besos

Teresa dijo...

Benditos aquellos.........................

Hoy la tristeza tiene el nombre de la desesperación,
del hambre, de la pobreza, de la injusticia....

No hay derecho....

Besos Javi

le dijo...

Totalmente de acuerdo en lo que dices.

Mauro Fernández dijo...

Javier, creo que la solidaridad mundana resulta eufemística ante la inacción de otros tiempos. El apoyo postergado, cuando la naturaleza atrona, es rectificar la desdeñosa martirización que se hizo secularmente sobre el pueblo haitiano.

El peor enemigo, bajo ningún concepto, es la muerte. ¿Quién reparó sobre las tristes vidas hostigadas e inducidas por los gobiernos del mundo "civilizado" de cada uno de esos seres que habitaron el suelo de Haití, hoy sucumbido? ¿Quién pensó en los más de cien mil cuando eran más que un nombre en una lista fúnebre? ¿Quién hizo algo por esas vidas robadas por la hostilidad del sistema mundial?

Hoy, sólo puedo sentir a la solidaridad -obviamente no de todos, están esos pocos que se salvan de las garras del individualismo y el marketing personal- como una estrategia. Como darle una moneda en el semáforo al limpiavidrios porteño, cuando facturamos millones y alimentamos un sistema excluyente y ávido de marginalidad y dominación.

Intento entender al hombre como es.
Cruel, real, humano.

Por suerte, algunos trascienden la barrera del hombre vivo y se reconocen espíritus, libres, con el amor como único dogma y praxis.

Carla dijo...

me gusta lo que dices:)

Rocío Núñez dijo...

Gran reflexión, sí señor. Pero es una pena que los que la tienen que hacer no la hagan. Así va el mundo...

ambar dijo...

Cuanta razón tienen tus palabras y cuanto cambio necesitamos hacer en nuestro mundo y en nuestras cabezas.
Un fuerte abrazo desde Argentina

Queiles dijo...

Ojalá quien siembra esperanza desarme la dentella da seca del mas fuerte. Me anoto a tu reflexión.
Saludos.

Lucrecia dijo...

Lo malo de estas catastrofes que golpean a todos pero a los más debiles más todavía es que con el paso del tiempo se van olvidando y diluyendo en las memorias, porque nos golpean de momento en lo más profundo pero la vida sigue y poco a poco y por desgracia otras catastrofes vuelven a llamar nuestra atención de nuevo. Es cierto javier hay mucha injusticia en el mundo.
besos