lunes, 8 de octubre de 2007

Psicografía

Frente a mi vienen andando en colores afilados al amanecer. Penetrando impenitentes por el quicio permanente de la vida regalada. Son las horas y los días sibilinos de otro otoño febril. Van quebrando por sorpresa la distancia prudente y de rigor. Ocupando impunemente la templada estancia de mi conciencia, donde habitan sin piedad los errores que la historia dejó por imposibles; por patológicos.
Como ayer caen las hojas entregadas al exilio mortal que impone la desgarradora mudanza, bajo el ritmo incalculable del silencio que atenaza cualquier proyecto de fuga. La infinita ausencia de respuesta desesperada.
Ni la mínima caricia que atenúa el baile de los tiempos muertos, rozando las heridas que siempre deja el incipiente verano.
Y el buzón ausente de esperanza, de noticias luminosas.