domingo, 27 de abril de 2008

Apocrifolía

Insisto, soy un hombre analógico, un romántico temerario y aventurero ligado emocionalmente a la historia y a la naturaleza. Al Joralillo cuando al amanecer, en los bosques de Efromea seduce a la hembra del Jirjincho con su canto coralino y desesperado. No he vivido nada mas hermoso que un atardecer en la playa de Besmunia contemplando como el sol, en los estertores del ocaso flamea sutilmente la cresta de una ola condenada al promedio. Es asombroso el cauce del Kereléo a su paso por Chumgrim, la ciudad de los Soframitas, cejijuntos guerreros que arrojan fuego por la nariz. Las noches en santa Berena son un disloque para los sentidos. El cielo azul turquesa se tiñe de oro y nácar y un aroma “de a frambuesa” se diluye por las praderas que peinadas de cantueso arrebatan al silencio una brisa aflautada y sibilina. Numerosas son las mañanas de primavera en las que el Nasmuti, el monte otrora volcán sagrado de los antiguos Jusneitas, aparece cubierto de pétalos de Boleia, la flor azul que solo crece en las profundidades del mar dulce de Talonia. En otros tiempos, las imponentes murallas de Adrisdergis, la ciudad de las Mainonias, jóvenes arqueras entregadas permanentemente al placer protegieron a una población diezmada de Amurios, de un ejercito de diez mil Catrianos armados ferozmente hasta los dientes, cabalgando sobre mas de cinco mil Bulotes, veloces palmípedos similares al camello y unos tres mil Elforones, especie de paquidermo similar al elefante, todos ellos comandados por Ajílias Parcas, tirano rey de Catria, la patria del gran poeta Saufos quien antes de suicidarse escribiera las hermosas glorias a Efluvia, diosa del llanto celestial. El mundo es cada vez mas grande y temerario mi añorada Efluvia y las dudas duelen como las horas robadas al sueño que exige razonablemente la noche divinamente estrellada; ahora bien, no es mas pequeño ni el amor que estimo necesario para salir a tu encuentro, ni la celosa herida que sin tregua, pretende socavar mi irrevocable decisión de vivir amándote apasionadamente hasta el final de mis días......oyes.

lunes, 14 de abril de 2008

Jardines en el Cielo

Hace tiempo que no atiendo al universo que me ofrece el infinito derroche inagotable de galaxias y planetas. Ajeno a la sustancia indispensable que alimenta el pensamiento, la mística y la ciencia, la música y el verso; me entrego ingenuamente a la rutina de lo breve, la culpa y el lamento va por días; la táctica y el gesto. Consciente de lo efímera y aciaga que suele ser la vida, me empeño en todo aquello inconsistente que resuelve en lo inmediato. Esquivo a duras penas maldiciendo los enredos del destino. Las horas de oficina para aquellos con cara de pepino. La turbia magia negra, la blanca medicina, la dieta del serrucho, la piel con vaselina. Las noches de cabiria, las duchas de agua fría, la misa y el rosario con flores a María. Me pesa todo el resto de este sueño que al cabo por siniestro total y no parcialmente indigesto, vandálico y funesto; al fin se torna en gesto y con vehemencia, machaca la conciencia; el delicado espíritu incipiente, lacónico y modesto, la fuente de la vida, de cada día nuestro, el pan que rico aguarda tan tierno en aquel cesto; las suaves primaveras, los cánticos tan bellos, caricias, ambrosías, apasionados cuentos, batallas empatadas marcadas en los huesos, heridas mal curadas, históricos excesos. Que lastima Belinda, que amores son aquellos, laureles de otro mundo, jardines en el cielo.