martes, 29 de diciembre de 2009

El Parque


Un hombre anciano de mirada lejana y profundos rasgos del peor de los tiempos vividos, arroja desarmado y vencido, migas de pan duro a las palomas desde el mas desvencijado de los bancos del parque. Aristófanes vigila desde su pedestal remordido por el tiempo; el anciano se emociona y rompe a llorar. Cinco segundos de silencio y Madrid y el mundo se desmoronan como una vitrina por una generación perdida. Una tarde hablé con él, pasa con creces de los ochenta, era un niño en aquel campo de concentración clavado en su memoria, nada ni nadie ha podido arrancarle esa espina del alma. Supo del hambre y del miedo, de la soledad y la muerte, creció sin querer. Una mañana le dijeron que era libre; fue el más emocionante de su vida, por fin ahora; solo queda descansar.

4 comentarios:

Lolo Croci dijo...

Que relato Javier...
Y lleva a que uno se pregunte si un día los niños que hoy se ven en situaciones que los hacen "crecer de golpe" podrán un día en el futuro estar tirando pan a las palomas...
Siempre es un placer leerte.
Un abrazo, y que este año que viene llegue con lo mejor!
Lolo =)

Anónimo dijo...

Tan real como triste... fantástico señor Bergia

Ginebra dijo...

Esa espina que los acontecimientos clavaron en su alma es muy profunda... es triste lo que dijiste. Besos

Abriles dijo...

FUERA DE CONTEXTO YO (PARA VARIAR)
PERO QUE SIGNIFICA "RUPAIRÚ" suena a guaraní y si fuera guaraní se traduciría como compañero, compañera, o compañia de cama