Una recta infinita y firme divide sutilmente la imponente y apacible caldera; colosal el valle que peina una luz indulgente propia de estas latitudes; todo sigue como se dispuso hace millones de años, apenas alterado el paisaje se presenta fastuoso y sobrio el Valle de Chubut, allá donde la gente tiene la sonrisa amplia, generosa y sobrada, noble la mirada pura y frágil; sea por esto que las ballenas eligieron desde que el mundo respira hondo, la hermosa costa de Puerto Pirámide para dar a luz a sus ballenatos, mientras los machos solitarios enfilan hacia el sur sus voluptuosos morros en busca de aguas mas frías. En los atardeceres de primavera y sólo aquí por voluntad divina, el sol al caer la tarde se da la vuelta un instante para despedirse del día. Bien enraizada, femenina, voluptuosa y adolescente, la Patagonia da la bienvenida o despide al viajero desde un pequeño aeropuerto. Los vientos soplan a la deriva en Playa Unión, indulgentes silban viejas canciones aprendidas de marinos galeses y aventureros que por estas tierras encontraron refugio. Mas allá del sur, donde aguardan los pingüinos, la vista se alarga y nutre el alma de una serenidad que armoniza con el entorno, solo el aire enloquecido afortunadamente rompe el silencio, la belleza, como Dios manda, está en todas partes.
domingo, 28 de diciembre de 2008
Puerto Pirámide
Una recta infinita y firme divide sutilmente la imponente y apacible caldera; colosal el valle que peina una luz indulgente propia de estas latitudes; todo sigue como se dispuso hace millones de años, apenas alterado el paisaje se presenta fastuoso y sobrio el Valle de Chubut, allá donde la gente tiene la sonrisa amplia, generosa y sobrada, noble la mirada pura y frágil; sea por esto que las ballenas eligieron desde que el mundo respira hondo, la hermosa costa de Puerto Pirámide para dar a luz a sus ballenatos, mientras los machos solitarios enfilan hacia el sur sus voluptuosos morros en busca de aguas mas frías. En los atardeceres de primavera y sólo aquí por voluntad divina, el sol al caer la tarde se da la vuelta un instante para despedirse del día. Bien enraizada, femenina, voluptuosa y adolescente, la Patagonia da la bienvenida o despide al viajero desde un pequeño aeropuerto. Los vientos soplan a la deriva en Playa Unión, indulgentes silban viejas canciones aprendidas de marinos galeses y aventureros que por estas tierras encontraron refugio. Mas allá del sur, donde aguardan los pingüinos, la vista se alarga y nutre el alma de una serenidad que armoniza con el entorno, solo el aire enloquecido afortunadamente rompe el silencio, la belleza, como Dios manda, está en todas partes.
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