Cuantas veces al oído he implorado a la razón,
en las noches de presagios y cometas.
Las estrellas al amparo de un espacio
inagotable,
dibujando un infinito océano de caricias,
y
de besos que dejaron en la almohada la
pureza
del perfume apasionado de una eterna
despedida.
Quien habló de amor, la primera vez que
fuimos,
cómplices de un instante más allá de la
nostalgia.
Sabedores como el vino, que fue néctar en
la cepa,
que hace falta reposar, lo que al fin es
un delirio.
Una fuga en mi bemol por un bosque de
corcheas,
un
sainete sin telón, en un teatro sin salida.
Y si acaso fuera todo, un suspiro interminable,
y si acaso nada fuera, un rumor
indescriptible.
Todo y nada en un efímero capricho del
destino,
a merced de las mareas, que resuelven el
silencio,
de la duda de vivir y no ver que lo
perdido,
fue ganado, agradecido, bien o mal, fue
merecido.