miércoles, 17 de febrero de 2010

Doña Carmen

En las noches templadas que presagian céfiros y manicomios, sus pupilas encendidas tras el cuarzo agazapadas, asaltan mis desvelos persuadidos por la lluvia imponente; corre el agua por mi espalda como un manantial enfurecido. La amé hasta la extenuación o quizás, apenas un ápice. Nuestras vidas se cruzaron como dos trenes desbocados, si acaso nos rozamos arrancándonos la piel y los recuerdos más sagrados. Perdimos la fe pero ganamos la pequeña libertad envuelta en papel cuché con vistas a Rosales; un tercero sin ascensor recién pintado, muy propio. Corren otros vientos Doña Carmen, pocos cafés duran ya una hora y tres cuartos. Dicen los adoquines que la bohemia huele a almizcle y naftalina; que no se llevan esos cuellos. Apenas quedan dos revoluciones pendientes, una reposa en el cementerio de los rencores, otra la guardo celosamente de la chusma ibérica a la orilla de otro mar, en una playa abandonada a la deriva, como no podía ser de otro modo. Descanse Doña Carmen, déjese usted mecer por las musas.

domingo, 7 de febrero de 2010

Insondable Universo


En la prehistoria del conocimiento, llega la madrugada alterando involuntariamente el orden de los hechos, cuestionando triviales prioridades, deformando con asombroso surrealismo la efímera memoria colectiva; sentencias trilladas, expresiones afines, imágenes familiares y la historia incontable. Dinamitando permanentemente este hermoso desafío donde la belleza es una pista y el amor un estímulo para no desfallecer en un letargo de ignorancia, en la oscuridad de la desesperanza por la soberbia de los necios, la llave original continua agazapada tras una puerta donde aguarda una pista de la que estamos a millones de años luz. En términos humanos seguimos aspirando a bien poco cuando podríamos conseguir lo inimaginable, llegar hasta mas allá de un fondo insospechado, aún sabiendo que la vida es quizás y apenas un instante. En la sospecha de que no somos de este mundo, consentimos en la esquizofrénica pirámide que nos toca, este protocolo impuesto, envenenado y escurridizo, envuelto en un vahído de rosas mustias mientras dibujan las estrellas siluetas imposibles hasta donde nadie ha podido llegar, al otro lado de otra realidad, donde tras una niebla oxigenada, habitan los ausentes que aguardan en un infinito bosque de algas. Allá arriba, en el cerro de los ángeles, junto a la tapia, reposan los casquillos bajo el terruño. Lágrimas adentro, puños cerrados, bocas selladas y ya nada que resolver. Y el silencio por hablar, a barrer la sacristía de este insondable universo.